Este fin de semana
durante mi campaña del filo del imperio avise a mis jugadores que estábamos en
la recta final de la campaña. Se lo comente con la intención que fueran
consciente de comentarme los flecos que quisieran resolver de sus personaje y
si tenían la sensación de alguna trama inconclusa. Sin embargo esto no les sentó
muy bien y me pidieron explicaciones de porqué.
La respuesta era
simple, tras 9 meses de campaña la trama está agotada, la búsqueda de la ruta
estelar secreta de la Federación de comercio se precipita hacia el final y las
tramas secundarias están o resueltas o cerca de su resolución final. También le
comente que sus personajes con 450px y equipo actuales estaban casi agotados,
su mejora era muy “circunstancial” y sus tramas personales están también cerca
de resolverse ¿podría haber nuevas historias? Si, es correcto pero ¿en realidad
no merece la pena dejar un buen sabor de boca y no asistir a la degeneración?
Seamos sinceros nuestra afición vive de las
historias, esas aventuras que contamos rodeados de amigos durante algún tiempo.
Yo la verdad me siento afortunado de haber dirigido y jugado historias de muy
larga duración, desde las míticas campañas de 7 años de duración a algunas más
pequeñas de 3 o 4 meses ¿cómo? Bueno digamos que hubo una época en la que
jugaba 6 veces por semana. ¿Sabéis cuantas de estas historias están arruinadas
por no saber cuándo parar? Pues son varias decenas. Como una serie que renueva
una temporada más porque tiene éxito campañas y personajes fueron arruinados,
la experiencia quedo degradada por la insistencia de no saber cuándo parar.
Dejad que os ilustre
con un par de ejemplos de esto:
El primero que me
vino a la mente fue uno de mis personajes legendarios Eijin de los Ezkardan.
Este personaje es muy recordado en mi viejo grupo de D&D (junto con mi otro
personaje Ugrim) y lo lleve durante más de 3 años. A lo largo de su historia le
vi crecer, renunciar a su dios por creerse traicionado (era un Paladín), servir
a dioses de la oscuridad, vincular su alma a un dragón, explorar mazmorras
ignotas, masacrar ciudades en su ambición y por ultimo transformarse en Rey…
Pero seguí jugando con el personaje y al final murió de forma burda, un ángel
con una cimitarra afilada y vorpalina lo decapito de un golpe. Asi es, bajo del
cielo, saco un 16 en el dado, confirmo el crítico y fin… sin reacción, sin salvación
alguna. Y eso fue solo el final de varias humillaciones provocadas a lo largo
de un par de meses tras su coronación. Siendo un personaje de nivel 18 tendría
que haberlo retirado. Es cierto que “resucito”, es D&D, pero en ese momento
todo me sabia a ceniza, artificial, el resto de la campaña la jugué con apatía y
una falsa sensación de diversión.
Mi personaje Apolo de Merinita logro sus éxitos como
personaje, logro hablar con dios, y el querer seguir con el personaje ¿sabéis
en que termino?… en un infarto. A la siguiente estación una mala tirada provocó
su muerte directa en la tabla de envejecimiento… no tenía ningún punto de
decrepitud, no tenía ninguna posibilidad de fallar la tirada con la poción de
longevidad y vi como moría sin más a la edad de 56 años.
Estos son solo dos
ejemplos de personajes míos, no son los únicos, pero he visto más casos de
personajes no retirados a tiempo y que perdieron su identidad y sentido. Es
cierto que hay juegos que ver la caída de la gloria es divertido o incluso
estimulante, Juego de tronos o Pendragon son ejemplos de ello, pero esto es más
porque juegas la historia de una casa o una familia. También tenemos Warhammer
o La llamada donde la degeneración forma parte de uno de los temas principales
del juego… pero otros no ¿alguno se imagina a Conan muriendo de gota en la cama?
¿Podeis imaginaros a Elric con sífilis mendigando en las calles sin piernas?
Como les conté a mis
jugadores el sábado, a veces hay que cerrar el libro y pasar a la siguiente historia
para no arruinarla. Nadie quiere un reino de la calavera de cristal o un
Prometeus en su vida.
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